Ficha
técnica:
Título: Memorias de un amigo imaginario.
Autor: Matthew Dicks.
Editorial: Nube de tinta.
Género: Fantasía.
«Querido
lector:
La
novela que tienes en tus manos es especial, como Max.
La
novela que tienes en tus manos es única, como Max.
La
novela que tienes en tus manos es valiente, como Max.
Max
solo tiene 8 años y no es como los demás niños. Él vive para adentro y cuanto
menos le molesten, mucho mejor. No le gustan los cambios, las sorpresas, los
ruidos, que lo toquen y que le hagan hablar por hablar. Si alguien le
preguntara cuándo es más feliz, seguro que diría que jugando con sus legos
planeando batallas entre ejércitos enemigos. Max no tiene amigos, porque nadie
lo entiende y todos, hasta los profesores y sus propios padres, quieren que sea
de otra manera. Solo me tiene a mí, que soy su amigo desde hace cinco años.
Ahora sé que Max corre peligro y solo yo lo puedo ayudar. El problema es que
Max es el único que puede verme y oír. Tengo mucho miedo por él, pero sobre
todo por mí. Los padres de Max dicen que soy un «amigo imaginario». Espero que
a estas alturas tengas claro que no soy imaginario.»
Memorias de un amigo imaginario es una historia destacable en muchos aspectos.
En mi larga experiencia lectora pocas novelas he encontrado que sean tan
originales y maravillosas como esta. Si bien el público objetivo de esta historia es descrito como juvenil, lo
cierto es que todo lector puede disfrutar de esta novela tan profunda que
mezcla realismo y fantasía en un perfecto equilibrio.
Esto es especialmente obvio con el tono existencialista que toma a veces
en relación con Budo, el protagonista, que se pregunta constantemente sobre el
mundo y a dónde irá cuando Max no lo necesite. Enlaza así como el tema de la
muerte y la vida eterna desde un enfoque diferente, arraigado en la fantasía de
la historia pero con resonancias muy reales. El final, algo abierto en este
punto, supone un buen clímax del tratamiento que se le da a este arco durante
el libro.
Otro de los aspectos que hacen a este libro perfecto para un público muy
amplio es la perspectiva única que
ofrece el concepto del amigo imaginario. Budo, si bien ha sido creado por un
niño pequeño, se comporta más como un adolescente y, por tanto, tiene
reflexiones más profundas. Sin embargo, lo más interesante es que, al ser
invisible para los mayores, estos mantienen conversaciones delante de él en las
que se realizan insinuaciones sobre Max y la trama, ofreciendo una visión
diferente que enfrenta el mundo infantil con el adulto. Resulta especialmente interesante
cómo llevan los padres de Max todo el conflicto.
El antagonista de la historia
destaca por su dualidad como representante de lo real, pero al mismo tiempo por
lo terrorífico del asunto. Cuanto menos se sepa de esto al empezar a leer el
libro es mejor, pues resulta sorprendente no sólo el quién, sino el cómo, así
como el desenlace que tiene. Esto se sumaría a esa continúa contraposición
entre lo real e imaginario que se da en esta novela y que consolidan la
historia y su estructra.
Finalmente, es destacable la representación
TEA que se observa en Max. Si bien nunca se especifica el diagnóstico (lo
cual considero positivo, pues las personas son más que etiquetas), sí que se
narran experiencias y síntomas que dejan clara la pertenencia de este coprotagonista
al colectivo. Se trata desde el respeto en todo momento y, si bien juega una
parte importante del personaje, no lo es todo. Es, sin duda, refrescante ver
reflejada esta clase de diversidad que muchas veces se olvida.
En conclusión, la novela de Matthew Dicks resulta admirable desde muchos
enfoques. Con una narrativa sólida, una estructura bien manejada, temas
profundos y personajes que te conquistan, es una lectura que debes tener en tu
estantería.
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