viernes, 22 de mayo de 2020

Memorias de un amigo imaginario [Reseña]



Ficha técnica:
Título: Memorias de un amigo imaginario.
Autor: Matthew Dicks.
Editorial: Nube de tinta.
Género: Fantasía.

«Querido lector:
La novela que tienes en tus manos es especial, como Max.
La novela que tienes en tus manos es única, como Max.
La novela que tienes en tus manos es valiente, como Max.
Max solo tiene 8 años y no es como los demás niños. Él vive para adentro y cuanto menos le molesten, mucho mejor. No le gustan los cambios, las sorpresas, los ruidos, que lo toquen y que le hagan hablar por hablar. Si alguien le preguntara cuándo es más feliz, seguro que diría que jugando con sus legos planeando batallas entre ejércitos enemigos. Max no tiene amigos, porque nadie lo entiende y todos, hasta los profesores y sus propios padres, quieren que sea de otra manera. Solo me tiene a mí, que soy su amigo desde hace cinco años. Ahora sé que Max corre peligro y solo yo lo puedo ayudar. El problema es que Max es el único que puede verme y oír. Tengo mucho miedo por él, pero sobre todo por mí. Los padres de Max dicen que soy un «amigo imaginario». Espero que a estas alturas tengas claro que no soy imaginario.»
  Memorias de un amigo imaginario es una historia destacable en muchos aspectos. En mi larga experiencia lectora pocas novelas he encontrado que sean tan originales y maravillosas como esta. Si bien el público objetivo de esta historia es descrito como juvenil, lo cierto es que todo lector puede disfrutar de esta novela tan profunda que mezcla realismo y fantasía en un perfecto equilibrio.
   Esto es especialmente obvio con el tono existencialista que toma a veces en relación con Budo, el protagonista, que se pregunta constantemente sobre el mundo y a dónde irá cuando Max no lo necesite. Enlaza así como el tema de la muerte y la vida eterna desde un enfoque diferente, arraigado en la fantasía de la historia pero con resonancias muy reales. El final, algo abierto en este punto, supone un buen clímax del tratamiento que se le da a este arco durante el libro. 
   Otro de los aspectos que hacen a este libro perfecto para un público muy amplio es la perspectiva única que ofrece el concepto del amigo imaginario. Budo, si bien ha sido creado por un niño pequeño, se comporta más como un adolescente y, por tanto, tiene reflexiones más profundas. Sin embargo, lo más interesante es que, al ser invisible para los mayores, estos mantienen conversaciones delante de él en las que se realizan insinuaciones sobre Max y la trama, ofreciendo una visión diferente que enfrenta el mundo infantil con el adulto. Resulta especialmente interesante cómo llevan los padres de Max todo el conflicto. 
   El antagonista de la historia destaca por su dualidad como representante de lo real, pero al mismo tiempo por lo terrorífico del asunto. Cuanto menos se sepa de esto al empezar a leer el libro es mejor, pues resulta sorprendente no sólo el quién, sino el cómo, así como el desenlace que tiene. Esto se sumaría a esa continúa contraposición entre lo real e imaginario que se da en esta novela y que consolidan la historia y su estructra. 
   Finalmente, es destacable la representación TEA que se observa en Max. Si bien nunca se especifica el diagnóstico (lo cual considero positivo, pues las personas son más que etiquetas), sí que se narran experiencias y síntomas que dejan clara la pertenencia de este coprotagonista al colectivo. Se trata desde el respeto en todo momento y, si bien juega una parte importante del personaje, no lo es todo. Es, sin duda, refrescante ver reflejada esta clase de diversidad que muchas veces se olvida.
   En conclusión, la novela de Matthew Dicks resulta admirable desde muchos enfoques. Con una narrativa sólida, una estructura bien manejada, temas profundos y personajes que te conquistan, es una lectura que debes tener en tu estantería.  

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