domingo, 2 de febrero de 2020

La Madre Naturaleza [Reseña]



Ficha técnica:
Título: La Madre Naturaleza.
Autora: Emilia Pardo Bazán.
Editorial: Clásicos Castalia.
Género: Clásico; Romance.


   Situada en la Galicia del siglo XIX, esta novela narra las andanzas de Perucho y Manuela en el verano en que su amistad comienza a dar paso a otro tipo de sentimientos. Criados juntos desde niños y al amparo de la naturaleza como su madre, su amistad se presenta como la sólida roca en que ambos se han apoyado ante las habladurías y las dificultades en su vida. Sin embargo, la llegada de Gabriel, el tío de la joven, podría separarles para siempre. ¿Qué secretos ocultos durante años en los Pazos desenterrará la interacción de estos tres personajes?
   Ambientada quince años después, la historia funciona como una secuela directa a Los Pazos de Ulloa, una de las novelas previas de la autora. Si bien ella misma explicó que esta entrega se podía leer de manera independiente, se recomienda a los lectores no hacerlo. Los capítulos están plagados de referencias y apariciones estelares de personajes del libro anterior que, si bien no son fundamentales para la historia, sí suponen un trasfondo complementario que ayudan a entender la importancia de ciertos personajes como el párroco de Ulloa, Don Julián. La lectura de la precuela también permite observar el desarrollo de personajes como Sabel o el marqués de Ulloa. En cualquier caso, una buena edición comentada pondrá sobre aviso a los nuevos lectores de los múltiples detalles que Doña Emilia incluye en su escrito. 
   Publicadas en 1886 y 1887 respectivamente, esta bilogía funciona como una de las mejores muestras del naturalismo español. Interesado en el análisis de la sociedad y el tratamiento de la literatura como una ciencia experimental, este movimiento en su rama europea establecía un determinismo genético y ambiental sobre sus personajes, condicionados por aquello que les rodeaba. Doña Emilia, introductora del movimiento, experimentó un choque entre este determinismo y el libre albedrío de su fe católica, por lo que las obras de la rama española aceptaron que el entorno afectase a los personajes, pero no que decidiese su destino. Lo cual se tradujo en la interrogante de si los protagonistas repetirían los errores de sus padres. Sumado a lo anterior, las protagonistas de este movimiento solían tener un conflicto con la sociedad, ante la cual se revelaban, con resultados variopintos dentro de las directrices del movimiento literario.   
   A pesar del gusto del naturalismo por las descripciones extensas, la terminología y la representación de lo sórdido, el estilo de La Madre Naturaleza es fluido, haciendo de ella una lectura ligera, rápida y agradable. Además de eso, la autora incorpora numerosos galleguismos que contribuyen a la ambientación y que, junto a la localización campesina y campestre, dotan al contexto de la historia de un carácter encantador. 
   La escritora juega también con la tensión dramática, cambiando el punto de vista entre Gabriel y los jóvenes cuando una de las tramas llega a un punto particularmente interesante. Así, aumenta la intriga y ofrece a los lectores diferentes opiniones sobre lo que está ocurriendo. 
   La relación entre Perucho y Manuela es, desde luego, refrescante. Con el crecimiento de la burguesía, la ciudad es la localización de muchas de las historias de este siglo, pero el ver a dos jóvenes montañeses corriendo aventuras por el campo, comiendo frutas silvestres y estrechando lazos en un entorno tan distinto, hace de esta novela algo significativamente diferente. Sus pasados se encuentran algo más entrelazados de lo que el lector novel pueda imaginar en un principio. Sin embargo, para los lectores de la precuela, aquello que se anunciaba en el epílogo de la anterior novela se hará realidad y deberán reflexionar sobre cómo se sienten acerca del desarrollo de los acontecimientos. 
   El desenlace de la historia llega rápido, dando la sensación al lector de que apenas ha pasado tiempo desde el comienzo de la misma. Si bien está dentro de lo que se podría esperar de una novela del siglo XIX, destaca el hecho de que es la propia Manuela quien decide su suerte. Era algo generalizado en la época que la sociedad u otros personajes masculinos decidiesen el final de las protagonistas femeninas que se rebelaban, pero aquí, lejos de ocurrir así, la joven elige entre las opciones que se le ofrecen siguiendo sus propios principios. No escucha a su tío Gabriel o a Don Julián, sino a su propio corazón. 
   En conclusión, si bien los clásicos no suelen gozar de mucha simpatía fuera de determinados círculos, la maestría y el estilo de esta novela bien merecen darle una oportunidad. 

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